Ya se acerca el verano (aunque por aquí el tiempo no acompañe demasiado al avance de las estaciones). Ya se acerca agosto y con él la Feria de Málaga, y por supuesto con ella se acerca el «Cartojal», el vino de feria por excelencia.
Procede de la Axarquia malagueña, y su creador Salvador López López dio en el clavo del tipo de vino que pega para beber en las fiestas veraniegas.
Con ello no quiero decir que Cartojal sea un vino que sólo y exclusivamente se pueda beber en feria. Se puede beber en cualquier momento del año, pero cuando más pega es en medio de esas calores malagueñas de agosto, mientras vas andando por las calles llenas de gente andando con tu botella de cartojal en una mano y tu vasito de plástico o catavinos llenito de Cartojal bien fresquito en la otra.
Y es que este vino hay que tomarlo bien frío, porque entonces es cuando se acentúa su sabor que es dulce, dulce, a uvas pasas, como los buenos vinos de Málaga (con denominación de origen) y su paladar seco. Incluso ahora parece que siento como si bajara por mi garganta el frescor de este vino.
Pero no sólo llama la atención por su sabor, sino también por su aspecto: es un vino dorado como los rayos del sol que maduraron las uvas de las que proviene (moscateles), con ligeros reflejos verdosos encerrado en una botellita transparente cilíndrica de cuello alto con su etiqueta en la que pone el nombre de este vinillo, «Cartojal» y que por su diseño, por lo menos a mí me hace imaginar otras épocas en las que Málaga era bien famosa por sus vinos, aunque ya poco a poco va recuperando su sitio.
La botellita de este caldo malagueño lleva unos 75 cl. y tiene 14,5º grados de alcohol. Como ya dije este vino hay que servirlo frío, frío, porque es como mejor entra, en concreto a unos 6-8ºC. Además su precio es de unos 5 . Estos datos los pongo para los aficionados a los buenos caldos que se que hay algunos por aquí.
Para terminar advertir que tiene efecto retardado, tarda en subirte a la cabeza un poco. Así que si pensáis que podéis beber más, estáis equivocados. Cuando menos os lo esperéis lo tendréis haciendo de las suyas. Así que beber con prudencia, intentar no beber más de una botella grande. Yo si bebo más de una botella estoy dando botes por donde puedo y no. La resaca es bastante limpia, a mi no me suele dar dolores de estomago, ni de cabeza, ni nada.
Pero creo que lo mejor de este vino son los recuerdos que me trae a la mente: tardes de feria con mis amigas en las que comprábamos una botellita de Cartojal en una de las múltiples bodeguillas que se abren esos días y con nuestros vasitos de pláticos nos mezclábamos con la gente, bailando y disfrutando de este vino hasta caer exhaustas. Qué días aquellos…qué ganas tengo de que vuelvan…
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